Un nuevo horizonte: La Argentina Azul

El Mar Argentino y su riqueza ictícola, desatendida en su valor estratégico y expuesta a la depredación de la pesca ilegal.

Las urgencias electorales de medio tiempo en la Argentina hacen que los políticos piensen en lo que reditúa votos y no en la planificación necesaria que el país requiere para dar solución a los gravísimos problemas estructurales y en particular, en lo que a la matriz industrial productiva energética se refiere, que está centrada en forma casi excluyente en nuestro territorio continental.

Dejar de dar la “espalda” al mar es encontrar nuevos horizontes de desarrollo y bienestar de nuestro pueblo. Si al 10% de desocupados que nos regaló el año 2019 se le suman los efectos de la pandemia del COVID19 (potenciados por la falta de medidas económicas adecuadas) es previsible que la desocupación y la miseria se incrementen a porcentajes máximos históricos, superando la crisis mundial de 1930 y las distintas pestes vividas. Hay que buscar un nuevo horizonte.

De la misma manera que tenemos un comité de epidemiólogos trabajando en esta crisis inédita, el Gobierno, con humildad y grandeza, debe convocar a distintos equipos interdisciplinarios pensando en la salida de este aislamiento social obligatorio. Entre estos equipos el de economistas y políticos que piensen y planifiquen el día después es imprescindible.

Las confrontaciones y luchas intestinas del oficialismo no pueden prevalecer sobre el bien común de los argentinos, por lo que es imperioso una decisión del Ejecutivo nacional en este sentido. La Argentina sale de la mano de todos o seguiremos cayendo en el precipicio de la frustración y la miseria.

La explotación sustentable de los recursos marinos (la economía azul es un objetivo de programas de planificación espacial marina de más de 70 países que promueven legislación, administración y fondos al desarrollo de los espacios marítimos, en particular, biotecnología y energía renovable de los océanos.

Una de las noticias recientes es la Estrategia “Mar Portugal”, que pretende extender sus derechos de soberanía hasta el centro del Atlántico Norte. Los nuevos territorios incluirían vastas áreas de lecho marino y subsuelo. Además de beneficios económicos, el proyecto portugués apunta a recuperar una antigua identidad como potencia marítima: de concretar sus aspiraciones, sería una nación con 3,8 millones de km2 de territorio y sólo el 3% en tierra firme.

El gobierno socialista de Antonio Costa creó en 2015 el “Ministerio del Mar”, con autonomía total para gestionar los recursos de pesca, marina mercante y todos los asuntos marítimos. Nosotros venimos proponiendo la creación de la Agencia Nacional de Intereses y Recursos Estratégicos Marítimos.

El corazón del plan es conseguir que el 50% del PBI portugués sea generado por actividades marítimas. Para ello, Lisboa ya tiene en marcha diferentes iniciativas, que van desde el capital humano a la infraestructura, con un equilibrio entre el desarrollo de las comunidades costeras y las inversiones internacionales.

Portugal también procura adecuar su política de defensa en los mares, para conseguir capacidad de respuesta, seguridad e inspección y con dotación de buques, aeronaves y sistemas modernos de vigilancia.

El área marítima, además de espacio de transición, alberga mucho valor en sí mismo. Lisboa ya investiga la minería oceánica para extraer zinc, cobre, cobalto, oro, plata, manganeso, metales para alta tecnología (como platino, paladio, osmio y rodio) y tierras raras (como lantano, escandio, terbio o cerio).

En el mismo camino hace unos días el presidente Macron de Francia después de 30 años designa un Ministerio del Mar en igual línea que el portugués.

Son claros ejemplos de cómo los países, más allá de las ideologías, se reinventan porque hay una decisión política de planificación.

Si no hacemos acciones concretas de ejercicio de soberanía podremos con el tiempo perder parte de ese territorio, como por ejemplo los dos millones de kilómetros cuadrados de la plataforma continental de nuestras Islas Malvinas, como también las adyacencias antárticas. La inmensa mayoría de nuestra sociedad no está en conocimiento de este problema.

La pandemia puede ser una oportunidad. La Argentina Azul es uno de los caminos que no podemos dejar de explorar y desarrollar. Es hora de que este Gobierno nos convoque a quienes podemos llevar adelante esta planificación, en coordinación con todos los sectores interesados en la materia. Una planificación vertical de abajo hacia arriba, empezando por los municipios, provincias, regiones, Estado, comunidad educativa, científica, naval, aeronáutica, de seguridad, defensa, gremial, empresarial, políticas y todas las que fueren necesarias para hacer realidad esta Argentina Azul que hoy solo existe para los depredadores extranjeros.

Carlos Lionel Traboulsi es diplomado en Relaciones Internacionales, Secretario de Intereses y Recursos Estratégicos Marítimos del Partido Demócrata Cristiano.

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